Un estudio realizado por el Centro de Salud Ambiental Infantil de Columbia, Estados Unidos, advirtió sobre el aumento de los trastornos mentales y físicos en los chicos y sus repercusiones en la vida adulta
La combustión de combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas natural) es la principal fuente tanto de contaminación del aire como de emisiones de gases de efecto invernadero que impulsan el cambio climático. Estudios han constatado que los bebés, los fetos y los niños son especialmente vulnerables a la exposición a la contaminación del aire y al cambio climático. Dada la frecuente concurrencia de varias exposiciones a combustibles fósiles, sus interacciones e impactos ambientales acumulativos son una preocupación creciente.
Un informe de las Naciones Unidas publicado a principios de este año dio detalles sobre cómo la crisis climática amenaza el bienestar humano. Pero, ahora, un documento publicado en el New England Journal of Medicine, señala un grupo altamente vulnerable cuya salud está en mayor riesgo.
“Todos los niños están en riesgo, pero la mayor carga recae sobre aquellos que están en desventaja social y económica. La protección de la salud de los niños requiere que los profesionales de la salud comprendan los múltiples daños que el cambio climático y la contaminación del aire provocan en ellos y utilicen las estrategias disponibles para reducir estos daños”, indicaron los autores en el texto.
Los especialistas destacaron el grave daño que está produciendo el cambio climático y la contaminación del aire en los niños, a través del examen de gran cantidad de investigaciones. Los autores dieron algunas pautas sobre lo que consideran que pueden hacer los médicos ante estos riesgos para la salud que son “grandes y crecientes”, según el informe.
“Los profesionales de la salud tienen el poder de proteger a los niños que cuidan mediante la detección para identificar a aquellos en alto riesgo de consecuencias para la salud asociadas; educándolos a ellos, a sus familias y a otras personas más ampliamente sobre estos riesgos e intervenciones efectivas; y abogando por estrategias sólidas de mitigación y adaptación”, precisaron los autores.
“El artículo resume una gran cantidad de datos sobre los efectos de la contaminación del aire y el cambio climático, ambos impulsados por los combustibles fósiles, en la salud de los niños. De particular preocupación son los efectos acumulativos de la contaminación del aire y el cambio climático en la salud mental”,remarcó Frederica Perera, autora principal del artículo de revisión y directora fundadora del Centro de Salud Ambiental Infantil de Columbia.
La exposición a los desastres naturales, que son cada vez más frecuentes como resultado del cambio climático, en la primera infanciano solo aumenta el “riesgo a corto plazo de trastornos mentales, sino que también confiere una vulnerabilidad duradera a la ansiedad, la depresión y los trastornos del estado de ánimo en la edad adulta”, señaló Perera. Incluso la exposición indirecta a la contaminación del aire y los desastres relacionados con el cambio climático, por ejemplo, a través de las noticias, puede provocar estrés y otros problemas de salud mental.
El artículo cita encuestas que encontraron que casi el 60% de los jóvenes están “preocupados” o “extremadamente preocupados” por el cambio climático. Por su parte, a Perera le preocupan los “efectos en la salud mental de los niños que se han relacionado con ambas amenazas de los combustibles fósiles”. Su quema ha creado una crisis paralela de contaminación del aire debido a la liberación de diminutas partículas contaminantes en el aire conocidas como PM2.5.
La exposición a la contaminación del aire, tanto durante el desarrollo en el útero como después del nacimiento, aumenta el riesgo de problemas médicos para los niños. Algunas de estas preocupaciones potenciales incluyen nacimiento prematuro y bajo peso al nacer, aumento de los problemas de asma, discapacidades intelectuales, trastornos cognitivos y de atención como el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), problemas de salud mental como la depresión.
En sus análisis los científicos confirmaron que en Londres, los niños que estuvieron expuestos a niveles más altos de contaminación del aire tenían más probabilidades de desarrollar un trastorno depresivo mayor cuando llegaran a la edad adulta. “La exposición simultánea a los peligros climáticos y la calidad del aire insegura es común”, añadió Perera.
Según el informe, al menos 850 millones de niños, aproximadamente 1 de cada 3 en todo el mundo, sufren cuatro o más amenazas climáticas como sequías severas, inundaciones, contaminación del aire y escasez de agua. A medida que aumenta la cantidad de riesgos ambientales, es más probable que enfrenten numerosos problemas de salud que se agravan entre sí.
Grupos específicos de niños corren un riesgo especial por el cambio climático y los problemas relacionados con la contaminación del aire. Lo que más preocupó a Perera de sus hallazgos fueron los “datos recientes que muestran que los que pertenecen a comunidades de color y de bajos ingresos están más expuestos y son más vulnerables a los efectos tóxicos de la contaminación del aire y los impactos del cambio climático”.
Por ejemplo, en un mundo con un calentamiento global de 2 grados centígrados, los niños negros tienen un tercio más de probabilidades de vivir en áreas con diagnósticos altos de asma, a menudo debido a sitios cercanos de contaminación del aire, como campos petrolíferos o fábricas. Las comunidades de color de bajos ingresos tienen más probabilidades de vivir en áreas expuestas a mayores concentraciones de calor, conocido como el efecto de isla de calor urbano, debido a que hay menos árboles que brindan sombra y viviendas densas y carreteras.
Estas comunidades históricamente desfavorecidas también enfrentan resultados más adversos de tormentas extremas como el huracán Harvey. “La protección de la salud de los niños requiere que los profesionales de la salud entiendan los múltiples daños que el cambio climático y la contaminación del aire causan a los niños y utilicen las estrategias disponibles para reducir estos daños”, concluyó Perera.