El 31 de octubre de 1999 tuvo lugar una de las tragedias más alarmantes de la historia de la aviación comercial. La historia horroriza no sólo por la cantidad de fallecidos sino por la causa del siniestro. A diferencia de muchas otras historias trágicas que involucraron aviones comerciales de pasajeros, esta vez el motivo de la desgracia no fue un desperfecto técnico, sino que se debió a la voluntad de una sola persona.
El vuelo 990 de Egyptair era una operación regular que cumplía la ruta entre Los Ángeles y El Cairo, en Egipto. Luego de hacer la escala final en Nueva York, el avión se dispuso para dirigirse al destino egipcio, famoso por encontrarse allí las Pirámides de Guiza, una de las maravillas más espectaculares jamás creadas por el hombre.
Cuando despegó el Boeing 767 contaba con 203 pasajeros -100 estadounidenses, 75 egipcios, 22 canadienses, 3 sirios, 2 sudaneses, 1 alemán y 1 zimbabuense-, y una tripulación egipcia que constaba de 5 comandantes y 9 tripulantes de cabina. El avión partió del JFK de Nueva York a las 06:20 horas locales y todo estaba listo para un vuelo en condiciones normales.
Sin embargo, cerca de 30 minutos después del despegue, el Boeing 767 de Egyptair se había estrellado a una altísima velocidad contra el Océano Atlántico, a tan sólo 100 kilómetros de distancia de la costa del Estado de Massachusetts.
A las horas del impacto, la guardia costera estadounidense recibe un llamado de emergencia y envían al barco USS King Pointier, que fue el primero en llegar a la zona del desastre. ¿Qué había sucedido con el vuelo 990?
Las investigaciones preliminares de las autoridades egipcias sostuvieron que el avión tuvo desperfectos técnicos que hicieron que se estrelle contra el océano. El informe técnico adjudicaba la tragedia a una falla en el sistema de elevadores del avión, que hizo que perdiese altitud de forma precipitada.
Pero cuando intervino la Junta Nacional de Seguridad en el Transporte (NTBS, por sus siglas en inglés), y encontraron la caja con las grabaciones de cabina y la grabadora de datos del vuelo, ya que estas quedaron a tan sólo 70 metros de profundidad bajo el mar, las hipótesis tomaron un giro inesperado.
En las grabaciones se pudo detectar cómo el piloto principal se levantó para ir al baño, y que el copiloto, Gameel Al-Batouti dijo “Confío en Dios… me encomiendo a Dios”. Luego, a los pocos segundos, se escucha entrar al piloto que volvió alarmado por los movimientos bruscos de la aeronave y que grita “¿¡Qué hiciste!? ¿¡Por qué apagaste los motores!?”. Pese a los esfuerzos por corregir el curso del Boeing 767, ya era demasiado tarde y ya se conoce lo que siguió.
Aparentemente, el co-piloto había aprovechado el momento de soledad en la cabina de mandos para desconectar el piloto automático, apagar los motores del avión e inclinar el morro del avión hacia abajo. Al-Batouti había decidido suicidarse, y llevarse consigo la vida de sus colegas y de los 203 pasajeros que viajaban sin saber en ningún momento porqué el avión estaba descendiendo a tan alta velocidad.
Aparentemente, según investigaciones posterior del FBI, aunque siempre desmentidas por parte de Egyptair y de las autoridades egipcias, Al-Batouti había sido denunciado por conductas sexuales reprobables, y la empresa le había informado que sería despedido, es decir que el vuelo 990 iba a ser el último, antes de que perdiese su trabajo.
Este motivo lo habría llevado a tomar la trágica decisión de suicidarse y hacerlo de la forma más espectacular posible. Además, se supo que el supervisor que lo había reprendido por su reprobable conducta estaba a bordo del Boeing 767.
Nunca habrá justicia para las 216 personas inocentes que fueron víctimas del egoísmo de Al-Btouti, que no supo afrontar su culpa y decidió quitarse la vida y asesinar a inocentes.